En el carrusel de celebraciones de Citroën otro de los mitos que cumple años es su reconocido modelo BX.
Cuando se presentó, allá por el 1982 bajo la Torre Eiffel, Citroën no conocía el éxito ni lo que verdaderamente supondría el diseño creado por el famosos carrocero Bertone. Posteriormente, con su irrupción en el 69º Salón del Automóvil de París se confirmó que el Citroën BX había venido para quedarse.
Se trataba de un vehículo moderno con una clara línea futurista. Con un peso máximo reducido, se garantizaba que la aceleración y el bajo consumo fueran la nueva bandera del BX. Además, como toda la gama alta de Citroën de la época, el vehículo estaba equipado con la famosa suspensión hidroneumática, que garantizaba el máximo confort y agarre en ruta.
Otra de las innovaciones que portaba el Citroën BX, además de su diseño, fue el uso de materiales compuestos para piezas como el paragolpes, el portón del maletero, el capó y los paneles laterales.
Si por fuera captaba todas las miradas, el interior del BX también enamoró a todos los clientes de la marca gala. Con un cuadro de instrumentos totalmente digital, controles satélites a los lados del volante y tacómetro retroiluminado.
En el aspecto motriz, Citroën montó potentes motores en su modelo BX: uno de 1360 cc escogiendo entre 62 y 72 CV y el más potente de la gama, 1580 cc y 90 CV.
Durante sus 12 años de existencia, el Citroën BX fue construido en las líneas de producción de la planta de Rennes La Janais en Bretaña y en la planta de Vigo en España, y se vendieron 2.337.016 unidades. Saliendo la última unidad en 1994.
Se trata de uno de los modelos más vendidos de la historia de Citroën y que contribuyó a la reactivación de la marca durante la década de 1980.